El derecho de maternar

Me estaba resistiendo a escribir sobre esto, pero no puedo evitar unirme al nutrido grupo ya,  de mujeres y hombres que lo han hecho sobre este tema, a raiz de la reciente incorporación al trabajo trás su maternidad  de una mujer pública.

Soy madre y en tanto que lo soy me solidarizo con el resto, con todas las madres, puedo empatizar con todo o casi todo, puedo entender todo, pero hay cosas que merecen ser puntualizadas.
Mi opción para maternar fue quedarme en casa con mi hijo, verlo crecer yo, ser yo la primera que viera sus primeros pasos, sus primeros dientes, su evolución en primera persona, sin que me lo contara otro. Fui «egoista» con la vida y escogí ser madre a tiempo completo, el tiempo que considerara necesario y aqui sigo. Esta fue mi opción, pero no por ello es la MEJOR opción, aunque sin duda sí que es la mejor alternativa para mi.
Mi cuerpo y mi alma no querían estar en ningún otro sitio que no fuera al lado de mi hijo.
Pero entiendo perfectamente a las madres que escogen otra opción, sí escogen otra opción. Entiendo que no a toda mujer le apetece quedarse con su hijo, y si eso es así, realmente lo que tiene que hacer es buscar una buena alternativa para seguir con su trabajo y el tiempo que esté con su hijo que sea eso tan trasnochado de «tiempo de calidad». Porque si lo que quieres es estar en cualquier otro lado en vez de con tu hijo, no vas a estar bien, vas a ser una gruñona, una mujer agria y tu hijo va a percibir todo eso en cada uno de tus gestos, y eso es peor que dejarlo en brazos de alguien que vaya a ocuparse amorosamente de él, mientras tu cumples con aquello que deseas y luego a la vuelta te sientes plena y con ganas de acunar a tu hijo.
Pero una cosa es un niño, y otra un bebé recien parido. Soy consciente de que en medio de todo esto, estan los derechos de quienes no tienen voz: los bebés. Su voz, sus derechos, recaen en nosotras, en sus madres y sus padres y debemos de ser lo suficientemente honestas como para al menos cubrir unos mínimos de esos derechos. Dicen de los niños que han sido relegados a un tercer o cuarto plano en las familias, jactandose de ello, esas madres dicen, que las quieren mucho y que han salido fenomenalmente a golpe de franfurt e instrucciones telefónicas a falta de su presencia, y no digo que no, han salido fenomenalmente a pesar de, no gracias a, claro está que jamás nunca nadie podrá saber cómo hubieran sido esos niños de haberse criado de otro modo,  y de paso les digo que los niños siempre, siempre, siempre, quieren a sus padres, les hagan, lo que les hagan, lastimosamente los padres, las madres no siempre quieren a sus hijos.
Los niños crecerán y madurarán hagamos lo que hagamos, evidentemente dependiendo de cómo sea su entorno, lo harán de un modo u otro. Tienen derecho a unos mínimos y esos mínimos son tener cariño, contacto y leche durante los primeros meses, lactancia a demanda en exclusiva durante los seis primeros meses dicen la OMS. Y no veo como se puede hacer eso si no tienes a tu madre cerca.

En España contamos con una «irrisoria» baja maternal, ganada con mucho esfuerzo, tras muchos años, una baja que muchas trabajadoras siguen pidiendo y ejerciendo con la boca pequeña y el corazón encogido por miedo a las «represalias», porque a pesar de que la mujer-madre está realmente protegida por la ley, siguen existiendo esas cosas como el desprecio, el maltrato verbal, y demás galanterias que en las empresas se guardan para los trabajadores cuando estos no se plegan del todo a sus requerimientos, las mujeres en España tienen miedo de ejercer sus derechos por miedo a perder el trabajo, esto no me lo han contado, esto lo he visto y lo he vivido de primera mano. Por eso cuando una mujer pública, de un partido que dice se basa en la unidad familiar, al que se le llena la boca con la palabra matrimonio de hombre y mujer para poder tener hijos y fundar familias, por eso digo, cuando una mujer de estas características se salta a la torera un derecho, sí derecho, no obligación, se salta un derecho conquistado por los trabajadores, enviando un mensaje de : es que si no lo hago me pierdo la fiesta, si no lo hago no me guardan el puesto, si no lo hago me quedo en la estacada. Cuando veo eso intento ser moderada, pero me vienen a la mente todas las mujeres que conozco y que han vivido la maternidad con miedo de no poder volver a recuperar su sustento económico. Porque al fin lo que está diciendo es que la mujer que va a ser la mano derecha del presidente, la que va a dictar leyes junto a él, tiene un jefe que hace lo que se supone que ningún empresario puede hacer, obligar a volver al trabajo antes de las seis primeras semanas, dicho de forma explicita o velada, da igual, y lo que dice es que ella tiene miedo de ejercer su derecho por miedo a quedarse fuera. Esta señora será la que estará apoyando o denegando las nuevas políticas de conciliación, conciliación en la que por cierto no se trata de igualar las bajas maternales y paternales, o sí, pero que deberían priorizar una baja maternal más amplia y remunerada, porque NO , NO SOMOS IGUALES,  cómo alguien puede pretender que hombres y mujeres somos iguales, no lo somos y llegada la maternidad todavía lo somos menos, una madre debería tener el derecho de poder maternar a su hijo durante mínimo el primer año, ampliable a tres, sin ser señalada con el dedo, manteniendo un puesto que la espere, y un sueldo durante ese tiempo, el trabajo más importante para la sociedad señores y señoras, el  que nutre de individuos esa sociedad no está remunerado.
Y sí, me considero FEMINISTA, pero no del feminismo rancio que gracias a dios nos dió el voto, los tiempos han cambiado y la sociedad con los tiempos, y es tiempo de ser mujer con todo lo que ello conlleva y no tener que pedir perdón por ello. Soy mujer, madre y llamarme egoista, pero lo quiero todo y quiero que yo y todas las madres tengan derecho a serlo, y sean apoyadas por esta sociedad que neciamente nos critica y que tanto nos necesita. Quiero que las mujeres podamos realizarnos laboralmente sin miedo a tener hijos y perder nuestros puestos y una sociedad que no tenga miedo a la maternidad.
Quiero que todas las familias tengan derecho a maternar!!!!

Raquel Tasa
28 de Noviembre de 2011

Re inventarse

 

Durante estos dos años intensos, los más intensos de mi vida, en los que he visto nacer y crecer a mi hijo, a menudo he hablado de la maternidad como la oportunidad  inesperada de dar un cambio a la vida. Sin duda, ser madre es un cambio de estado tan profundo que da lugar a otros cambios. Pero requiere, de ciertas condiciones.
Siento que las mujeres somos unas privilegiadas, por el «simple» hecho de poder engendrar, albergar la vida y sentir cómo crece dentro de nosotras, por poder conectarnos como nadie más, con ese bebé que traemos al mundo y por lo mucho que nos puede dar ese recién nacido a nosotras…. si nos dejamos.
Mi vida anterior fue plena, no voy a decir lo contrario, en ocasiones absolutamente plena y gratificante, pero siempre sentí que podía haber más, que yo podía ser más, pero me escudaba en las costumbres, en los NO PUEDO, en mañana; cambiar cuesta aunque sepas que algo mejor te espera, cuesta, porque siempre está presente el miedo al fracaso, ese miedo que tan a fuego nos han grabado; cada vez que nos decían cuando explorábamos el mundo: «cuidado te vas a caer», y efectivamente caíamos, empezamos a dudar de nosotros,  ¿no hubiera sido más fácil, no decir nada y estar allí para recogernos si realmente caíamos?. Recuerdo los brazos que me recogían pero también la amonestación velada, que a menudo se convertía en enfado: «vés, es que no me escuchas». Y así cada vez más dóciles, más sumisos, más manejables.
Me esfuerzo en no decirle ese tipo de comentarios a mi hijo, y cada vez que se me escapan, me doy cuenta de lo fácil que es dejarse llevar por la fuerza de la costumbre, por lo que oiste, por lo que te dijeron, lo que te creíste. Nos hacemos adultos, arrastrando una gran carga que poco tiene que ver con quienes somos en realidad y mucho con nuestra infancia mal resuelta, nuestro yo real, sepultado entre la culpa de no ser quienes quisieron que fuéramos y el miedo a no ser quienes proyectamos ser.

Ser madre, te pone de nuevo allí donde dejaste todas esas cosas sin resolver,  vuelves a verte a cada rato, en cada palabra que le dices a tu propio hijo, reconociendo las que te dijeron a ti. Y ese es el momento de cambiarlas.
Esa es la gran condición para el cambio, ese es el momento en el que de nuevo miras a aquella niña que fuiste, sin querer, sale de una forma natural, te ves de nuevo en esa infancia desprotegida, y entonces escoges, escoges las palabras y los gestos que te dieron, o fabricas un nuevo camino para tu hijo. Como no hay pautas en esta nueva andadura y es más costosa por la falta de referentes,  a menudo vuelves a lo que conoces, con suerte te paras,  lo reconoces y vuelves de nuevo a lo que deseas crear. Con menos suerte, estallas, te miras y te reprochas y le pides perdón, fundiendo tus lágrimas con las suyas. Y cada vez que remodelas esa crianza, te estas remodelando a ti misma. Tu hijo es sin duda el mejor terapeuta, el mejor psicólogo que existe en el mundo y es sólo para ti. Juntos andaremos un camino que solo nosotros podemos construir.

Ahora, después de estos dos años, de haber estado inundada de oxitocina las veinticuatro horas del día, ahora que ya no hay tanta oxitocina flotando en mi, reivindico de nuevo, aunque de otro modo el re inventarme. Ahora me doy cuenta que hacerlo trás ser madre es relativamente fácil, tienes el tiempo; quieras o no, tu cuerpo te para, esas horas sentada en silencio disfrutando de que tu bebé se alimente de ti, son oro puro, todo ese tiempo en el que parece que no haces nada, te estás re inventando, te estás dando ese tiempo que nunca te diste, las prisas, el trabajo, la diversión, nunca antes tuviste tanto tiempo de «no hacer nada», y ahora, con más ganas o con menos, te sientas y das la teta y cuando la oxitocina, la prolactina empiezan a pasearse por tu cuerpo, te relajas, miras a tu hijo con amor, inundandote nuevamente, y no hay nada en el mundo tan importante como ese instante de silencio, en el que milagrosamente te replanteas tus prioriodades y descubres que las cosas que parecían importantes, no solo no lo son, sino que a menudo carecen de sentido, y en ese estado de paz, en el que lo único que importa es AHORA, porque los niños tienen el gran poder de situarnos en el AHORA como nadie más, como ningún libro, desde esa paz serena que nunca antes habías atisbado a vislumbrar, te descubres diferente de como pensabas, descubres que una nueva fuerza te inunda, y que eres invencible, y a la vez tan vulnerable, y no te da miedo serlo, vivir así, sin coraza, sin miedo a llorar, a reir, a sonreir porque sí, andando con tu hijo anudado a ti en un fular por la calle, y luego, cuando de nuevo vuelves al mundo, tu escoges, re inventarte o continuar con aquella que fuiste.
Ahora, después de este tiempo pasado, me doy cuenta de que para mi, ser madre ha sido el detonante, la espoleta que ha hecho que cambie, pero que para otras mujeres será otra cosa, quizá no necesiten una emoción tan intensa, quizá tengan la suerte de empezar a re inventarse antes, mucho antes de ser madres, o quizás sean madres engendradoras de ideas, de proyectos, mujeres llenas de vida, las que te acompañan y te sostienen cuando el mundo nos parece hostil.

El hecho de ser madre, no te da una nueva identidad como madre, (ninguna mujer es «solo» madre) pero si que te da la oportunidad (si la tomas) de re inventarte como mujer;  una mujer madre,  no solo es madre, es muchas cosas, es un universo entero,  pero es cierto que si te atreves, si decides mirar al vacío sabiendo que la oxitocina hará más dulce cualquier paso que dés en adelante, descubrirás en ti una nueva mujer, más valiente, más segura, aún en sus dudas, una mujer que se atreverá a vivir la vida, como siempre quiso que fuera….. quizás no te haga falta, quizás todo estaba ya bien antes, quizás te dé miedo, quizás ni te lo plantees, no importa, al fin, todo está bien.

Para mi, ser madre ha sido la oportunidad que necesitaba, una manera casi siempre dulce… aunque también dolorosa de re inventarme.

Raquel Tasa
7 de noviembre de 2011